Wednesday, May 16, 2007

Negación

Creo que aquellos que tenemos padres nacidos en los años 30 o 40 sabemos lo que es la negación. El trauma de la guerra civil en esa generación es enorme, quizá debido al hecho de que lo tuvieron que vivir durante la infancia, cuando las cosas impresionan más. Digo esto porque creo que la generación anterior, la de aquellos que lucharon o padecieron las consecuencias lo asimilaron de manera diferente. Por ejemplo, cuando yo hablaba con mi abuela sobre la guerra ella lo explicaba como una aventura, las cosas que habían hecho, lo mal que lo habian pasado, pero siempre con optimismo.

Sin embargo, con los de la generación de mis padres nunca he podido hablar. La guerra no es una aventura sino un trauma. Han conocido las consecuencias (represalias, cuando no prision, trabajos forzados o la muerte para sus padres, hambre) e incluso vergüenza, miedo y culpa de aquellos que perdieron, porque no debemos olvidar que hubieron vencedores y vencidos, y hubo lugares en los cuales los hijos de los vencidos tuvieron que llevar una pesada carga a cuestas.

No es de extrañar que esa generación no quiera nunca hablar sobre la guerra, porque no pudieron nunca hacerlo en libertad. Para ellos actividad política equivalía a prisión y la guerra era un mal terrible, una herida que habia que olvidar, ante la imposibilidad de cerrarla. Había que creer en que la paz de Franco ya era buena, que por terrible que fuera la dictadura por lo menos todo estaba en su sitio, habia unas reglas y, si las cumplías, podías tener una cierta tranquilidad.

Entre las reglas estaba la de no implicarse en política. Esto hace que la idea de que un hijo se metiera en política era lo peor que podia sucederle a unos padres traumatizados. En mi caso personal, mi padre se llevó un disgusto terrible cuando me hice delegado de clase. Para el era algo que llevaba, directamente, a la actividad política. Todavía recuerdo la bronca que me echó y el disgusto que se llevó cuando le dije que me había hecho delegado de clase con 12 años...

Hablando con amigos cuyos padres habían sufrido las represalias del franquismo todos coincidimos y podíamos explicar historias parecidas. Hay una generación marcada por todo eso, a la que la idea de remover el pasado les provoca terror, implica revivir cosas demasiado dolorosas.

A partir de la “Ley de memoria histórica” se trata de hacer una reparación de los represaliados, compensar a aquellos que sufrieron las consecuencias del franquismo. En principio parece que esto no debería de ser un problema, pero sí lo es. Para empezar, es imposible reparar lo hecho. Es como tratar de compensar a los indios americanos o como tratar de compensar el holocausto. El mal no se puede deshacer, sólo se puede reestablecer el honor, pero el honor no se come. Por otra parte la transición consistió en reformar el orden franquista sin deshacerlo. Condenar ahora el franquismo implica, en el mejor de los casos, destruir el mito de la transición, y en el peor, revivir las dos españas.

Ese es el argumento de los contrarios a la recuperación de la memoria. Vivimos encima de monstruos que es mejor no despertar. Está muy bien recordar que tu abuelo fue un héroe, pero no lo será tanto saber que el tuyo fue un villano. En realidad eso no habría de ser un problema. En las películas y en la religión siempre hay un determinismo, los pecados se heredan, el malo lo es por algo. Pero en el mundo real los hijos no heredan los pecados de sus padres. Por ello no hay que tratar de reconciliar a las dos españas. Ya estan muertas.

Sin embargo, nos queda el derecho a conocer el pasado. Está muy bien saber lo que pasó en Paracuellos, pero querría que alguien me dijera que pasó en el bando nacional y 40 años de franquismo, quien fue torturado por tener la mania de tener una opinión. La memoria, conocer nuestra historia, es un derecho. Yo quiero conocerla. No quiero que el miedo de la generación de mis padres perdure. La guerra ya terminó, y cambió para siempre España. No quiero que cambie, tan sólo quiero conocer.

Al final muchos de los males de España provienen de cosas ancestrales, atavismos. Absolutamente todo el mundo, incluso aquellos que van de modernos, están lastrados por ellos. Se creen mejores por lo que su abuelo hiciera o en el fondo se sienten culpables por haber heredado los pecados de sus padres. Los valores tradicionales siguen mandando en España, a pesar de los españoles.

Está bien que ahora algunos recuperen la historiografía franquista de la guerra civil. Preferiría sin embargo que recuperaran la palabra “rojo” como insulto o como tabú verbal. Me gustaría que recuperaran toda la propaganda del régimen y recordaran que se basaba en el orden, en la paz, en la salvación de España de su destino cainita. Como esa propaganda caló tan hondo en la mentalidad de nuestros padres es lo que querría conocer. Las humillaciones que tuvieron que soportar. No hay venganza, porque quien hizo la ofensa ha muerto. Pero olvidar es grantizar que las historia se repetirá.

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